domingo, 19 de abril de 2020

Vestigios De Un Virus


Año 2026.

     A principios de la tercera década del siglo XXI, la humanidad sobre todo, todavía seguía con el dolor y la herida abierta que había sufrido tras uno de los mayores impactos biológicos de la historia. Su gravedad no fue por la letalidad del virus, más bien por la fácil transmisión del mismo, pero sobre todo por la inconsciencia, el egoísmo y la irresponsabilidad no solo de gobernantes sino que también del propio pueblo. Desde un inicio ya se había empezado a gestionar mal la situación, y aunque gran parte de la preocupación fue destinada a la incógnita del origen de la pandemia, se olvidaron de la importancia a la hora de detectar y erradicar el patógeno, haciendo que los segundos de respiro fueran la clave de su propagación.
     Miles de sanitarios que habían salvado otras miles de vidas fueron “aconsejados” por sus vecinos a abandonar el edificio en el que vivían, estuvieran infectados o no, por miedo a contraer el virus. Y varios individuos del cuerpo de seguridad policial y militar, se contagiaron por tener que salir a las calles para evitar que los rebeldes infractores de la ley y defensores de sus derechos por la libertad, camparan a sus anchas siendo potenciales y probables focos de contaminación virulenta.
     Esta historia no trata de un acontecimiento ficticio el cual se destina a una sociedad para enseñarle la posibilidad de que en un abrir y cerrar de ojos, todo se puede desmoronar por nuestra causa. Se trata de una realidad innegable por ser todos testigos de ella. Testigos de un virus que sacudió todo el planeta. Habiendo millones de infectados y miles de fallecidos, y dejando a la humanidad sumida en la preocupación y desesperación por el confinamiento al que había estado expuesta durante demasiado tiempo. Esa privación de libertad y el constante control de las fuerzas del orden una vez libres, ocasionó un impactante brote de alteraciones mentales en gran parte de la población, originando peligrosos trasgresores de la ley.
     En un principio creí que todo esto ocurrió como un arma natural que liberó el planeta para luchar contra una especie que llevaba cientos de años perturbando todo a su alrededor, pero ahora me doy más cuenta de que esto no fue casualidad. Decir que desde el primer día de la noticia en la que se habló sobre el pernicioso microorganismo, ya se conocía el epicentro original de la pandemia, no obstante, muchos otros informes no solo, cuestionaban, sino que negaban la veracidad de esa noticia.
     Hace cuatro años que todo se normalizó como para poder salir de nuestros hogares y hasta del país por cualquier motivo. El virus a pesar de seguir existiendo ya no supone un problema considerable ya que la gran mayoría hemos desarrollado anticuerpos que combate la enfermedad. Ahora lo que trasciende es la brutalidad humana que recorre las calles. La guerra entre estados. La destrucción y explotación de bosques. Sacrificios masivos de animales. Elevación de la contaminación y la construcción de murallas que rodean varios territorios. Todo ha cambiado, pero por suerte se han formado alianzas por todo el mundo para combatir todo el mal que otros están a causar.
     Todo el planeta está dividido entre los que tienen esperanzas de alcanzar la concordia y los que les da igual a quien masacrar con tal de sentirse superior a ellos. Lo peor de todo ha sido la filtración de unos documentos clasificados por parte de los medios de comunicación que aseguran una nueva pandemia del virus pero mejorado y más agresivo dentro de unos pocos años, creando gran consternación en la humanidad.
     No sé con exactitud lo que va a pasar, sin embargo, a día de hoy y con ayuda, muchos intentamos mejorar el mundo en el que vivimos.


domingo, 6 de octubre de 2019

Una Aventura Inesperada

     Me levanto a las 5:50h de la mañana. Hoy será un gran día. He pasado de ir a clase para ir a una grabación para una serie en A Coruña. Poco después mi padre se levanta ya que tiene que ir a trabajar, solo que hoy madruga algo más para acercarme a Sigüeiro y poder coger el bus. Después de esperar un rato, el bus llega. Son las 6:45, y me lleva a A Coruña. Llego y bajo del transporte sobre las 7:50h y me voy a desayunar. Al terminar, me dirijo a pie a la empresa de producción audiovisual que está a unos 2,5 kilómetros, entro y espero en el comedor. Más tarde, llegan otros compañeros de reparto, todos hacemos de sicarios.
     A las 10h nos vamos en un bus a una aldea de Cerceda, a unos 25 kilómetros, y allí grabamos la escena. Al finalizar, nuestro subjefe, si se le puede llamar así, nos da el contrato para firmar ya que la sesión de ese día ha terminado, por tanto nos dice que nos va a llevar de nuevo a A Coruña y de ahí, cada uno se va por su cuenta a casa. Como Cerceda me queda más cerca de mi casa, le digo que si pasa por ese pueblo, me deje allí, y ya yo voy en bus para Sigüeiro o Órdenes, otro municipio en donde me vendría también bien para ir después dirección a mi casa.
     En cuanto me deja en el lugar, se va. Entro en una pescadería a preguntar:
     —Perdona, ¿sabes dónde está la estación de autobuses de Cerceda, o si pasa algún bus por aquí?
     —Cerceda no tiene ninguna estación de autobuses —asegura mientras yo me quedo pasmado— solo está la de tren. Y por aquí solo pasa un bus entre las 13h y las 14h.
     —Ah, vale —respondo sin dar crédito— Pues gracias, esperaré a ver si viene.
     En cuanto salgo de la tienda, cruzo la carretera y espero en la parada a que venga ese bus. Como me gusta tener varias versiones, pregunto a un transeúnte que pasa por la acera:
     —Perdona, ¿Sabes si pasa algún autobús por aquí en dirección Órdenes o Sigüeiro ?
     —Sí —responde— pasar pasa uno a las 14h, pero no sé a dónde.
     —Vale, ¿y a cuanto está la estación de tren?
     —Está en esa dirección a unos 3 kilómetros —señala el lado opuesto a donde quedaría Órdenes.
     —Perfecto, gracias.
     —En Cerceda no hay apenas comunicaciones de transportes —prosigue el señor— es lo malo de este sitio.
     —Bueno, no importa, ya miro a ver. Gracias por todo, no pasa nada.
     El señor se va reflejando en su rostro una cierta lastima por mí, y al continuar su trayecto, me pongo a esperar el bus, pero no llega. Llamo a la central de trenes para que me informen sobre sus horarios en ese pueblo, diciendo que sale uno a Órdenes a las 16h. Una vez que son las 14:15h y no veo pasar el bus, me arriesgo y voy a la estación de tren. Son 3,5 kilómetros andando según el GPS, unos 42 minutos. Empiezo a caminar a paso ligero y veo en la terraza de un bar a una mujer que conozco, nos saludamos y continúo. Camino por la acera un buen rato hasta que termina y me obliga a seguir por la orilla de la carretera. Minutos más tarde me llama mi orientadora laboral:
     —Te acabo de ver por Cerceda, ¿por qué no me llamaste? Podíamos hacer la entrevista que aun tienes pendiente, y luego te llevaba a casa.
     —Ah! No lo sabía, pero si quieres doy media vuelta y la hacemos. ¿Dónde estás? —le pregunto después de contarle un poco mi historia de ese día y a donde me dirijo.
     —Es que ahora ya no estoy, me he ido.
     —Tranquila, no pasa nada.
     —Pero mira, ya hablamos martes que tenemos que quedar y a ver cómo hacemos jueves, (me dice eso porque yo al tener clases, me ponen faltas si no voy a ellas).
     —Sí, vale. Sin problema, nos vemos martes.
     Luego de hablar con ella, sigo con mi andanza. Llega un punto en que al no ver un paso de peatones, debo cruzar la carretera que va en ambas direcciones para pillar la rotonda y seguir recto, cosa que hago y prosigo andando. Luego, el GPS me manda por un camino en medio del bosque, ahí ya pienso que algo no va bien, pero ya que estoy, continúo adelante. Al final paso por debajo de un puente y termino viendo la estación en medio de la naturaleza. Llego al lugar en menos tiempo del que me manda el GPS, y una vez en el andén, observo.
     Quiero entrar en la estación para preguntar y comprar el billete, pero está cerrado, por lo tanto doy vueltas y vueltas para encontrar una solución. Golpeo una ventana por si hay alguien, ya que en el aparcadero hay 4 o 5 coches. Golpeo la puerta, hablo por si me oyen y hasta miro a la cámara de seguridad haciéndole gestos de ayuda, pero no existe respuesta. Vuelvo a llamar a la central y poco me pueden ayudar, eso sí, a ver la factura a final de mes, pero en fin, sigo como antes. Intento leer lo que pone en el andén de enfrente, sin embargo, no lo veo, y utilizo la cámara del teléfono para hacer zoom y poder leerlo. Me doy cuenta de que ese andén es en donde pasa el tren que lleva a la dirección que quiero ir, y corro a dar la vuelta a la estación para llegar allí, aun me queda 30 minutos, pero por sea caso. Mientras doy la vuelta, veo como unas pequeñas y extrañas escaleras que llevan de nuevo a la estación, y subo por ellas creyendo que me llevarían al andén que quiero. No solo no me llevan, sino que esas escaleras no son escaleras, lo cierto es que ya lo sospeché en cuanto las vi, son unas bajadas con relieves para transportar el agua cuando llueva. Una vez arriba, vuelvo a estar en el andén que estaba antes, tanto correr para nada. Me doy cuenta poco después que hay unas auténticas escaleras al lado que conducen al andén de enfrente, al que quiero ir yo. Y allí fui al fin.
     Mientras espero el tren, ando con el teléfono y contesto unos mensajes de unas amigas, solo que a una le cuento también un poco mí aventura.
     Llegan las 16h, y con ellas el tren. Me subo a él y ya no sé ni a qué lado ir. Primero me dirijo a la derecha, subo dos escaleras y en esa zona del vagón hay pocos asientos y todos ocupados. Entonces doy media vuelta hiendo al otro lado. Veo en primera fila a una chica y le pregunto si este tren lleva a Órdenes, me dice que sí, que es la siguiente parada. Se lo agradezco y sigo andando hasta ver algún sitio libre. Justo veo uno al lado de una chica joven, la miro, me mira y le pregunto si puedo sentarme, ella asiente con la cabeza a pesar de estar hablando por el teléfono, y me siento.
     Cuando termina de hablar, hablo con ella.
     —Perdona, ¿sabes si este tren lleva a Órdenes?
    —Sí, —responde después de dudar un poco— es la siguiente parada.
     —Gracias, es que trenes pillo...ninguno, la verdad, y estoy algo desorientado.
     Ella se ríe un poco, pero contemplo que le cuesta mucho hablar, al menos conmigo. Ambos seguimos a lo nuestro y me doy cuenta que encima de mi cabeza hay una pantalla que indica los destinos del tren, gracias a ello me aseguro al máximo de que voy en la dirección correcta. También puedo ver unos botones debajo de los portaequipajes, y nuevamente pregunto a la joven:
     — ¿Hay que pulsarle a algún botón para que el tren pare en la siguiente parada?
     —Me mira y niega con la cabeza.
     Hace muchos años que no me subo a un tren, y eso que hubo una época que prácticamente lo cogía a diario, pero uno se acaba olvidando, por eso parece que ando muy perdido.
     Va avanzando el tren y yo espero a que se detenga. Al cabo de unos minutos una voz suena por los altavoces diciendo que la próxima parada era Órdenes, bien, poco a poco me voy acercando a mi casa. A medida que avanza el tren me surge una duda, y vuelvo a preguntar a la joven:
     —Una cosa, ¿aquí no viene el revisor a cobrar el viaje?
     Ella sonríe un poco y eleva los hombros. No lo sabe.
     Yo sonrío también y vuelvo a mirar hacia adelante.
     El tren al fin llega a la estación de Órdenes, me levanto y agradezco de nuevo a la chica, segundos después me bajo del transporte, al menos el viaje me ha salido gratis. Recorro ese andén siguiendo a una mujer a ver a donde se dirige, va hasta el andén que está enfrente y que lleva a la salida, allí veo a un señor de entre 40 y 50 años que está a punto de subirse a su coche y hablo con él.
     —Perdona, ¿sabes a cuanto está el centro de Órdenes?
     El señor arquea las cejas mirando a su alrededor.
     —Pues te queda a unos 9 kilómetros,
     — ¡¿Qué dices, tanto?¡ Es que en mi móvil me dice que está a 4,5 kilómetros y que tardo unos 54 minutos en llegar.
     —Sí, pero eso era la estación antigua. Hace poco hicieron esta nueva y está más lejos que la anterior.
     Yo estaba flipando un poco, pero de pronto:
     —Venga, sube.
     — ¿De verdad? ¿Está seguro? —le pregunto con duda.
     —Sí, vamos.
     Subo al coche y él muy amable me lleva. Le digo que voy a Sigüeiro  pero que me vale Órdenes para coger el bus e irme allí. Pero a él tanto le da llevarme a un sitio que a otro, ya que está, pues que me lleva sin problema a Sigüeiro. Le insisto que no quiero que se moleste tanto, pero a él no le importa hacerlo, que no le cuesta nada.
     Durante el trayecto hablamos y le cuento también un poco mi historia. Me cuenta que hoy en día ya no hay tanta solidaridad, que se está perdiendo, y le contesto que es normal, que tantas noticias y sucesos malos que pasan, pues que es difícil confiar en los desconocidos, y él lo entiende, pero que algún samaritano siempre hay. Me cuenta alguna historia suya, y seguimos hablando hasta que llegamos a Sigüeiro. Me faltan palabras para agradecer lo que hizo por mí, y al despedirnos me estrecha la mano:
     —Javier —Dice su nombre.
     —Gonzalo—Digo el mío.
          Desde ese pueblo camino hasta mi casa, que son unos 3 kilómetros. Y al llegar, doy por finalizada la gran aventura que he vivido, emocionante y un poco agobiante, pero divertida y difícil de olvidar.



jueves, 21 de febrero de 2019

HISTORIAS CORTAS: La iniciativa Lapso: Aventuras por el tiempo

     —Mirad al cielo chicos —manifiesta Anrod mientras señala uno de los millones de puntos luminosos del espacio— ¿veis esa estrella tan brillante en medio de esas otras menos luminosas? Es Cabreilla; una estrella que así a simple vista parece como las demás salvo por su mayor resplandor, pero aun así pasa totalmente desapercibida entre todas sus hermanas. Forma parte de un grupo el cual siempre sigue las mismas pautas… va y viene, viene y va, y nunca nadie antes había sospechado sobre ella, sobre como es realmente, hasta ahora. Se descubrió hace pocos años que más que una estrella, es, `La Estrella´. La velocidad de su luz es como todas, pero su movimiento por el universo es sobrecogedor. Se mueve a una velocidad de dos mil setecientos kilómetros por segundo y cada seiscientos cuarenta años su velocidad aumenta doscientos noventa kilómetros al hacer una elíptica sobre lo que los científicos creen que es un agujero negro; su gravedad, de ahí viene su aumento de velocidad. A lo que voy es que yo seré como esa estrella, seré el corredor más veloz del mundo, y el mayor paso va a ser cuando quede primero en la carrera de los juegos olímpicos de 2036.
     — ¡Vaya Anrod! —Exclama asombrada Rosaly— me alegra saber que ya tienes un plan de futuro. Sin embargo, hablas mucho sobre tu velocidad pero nunca la enseñas.
      Anrod la mira y le sonríe, acto seguido bromea.
     — ¡¿Quieres que te la enseñe, que atrevida Rosaly, estás segura?!
     En ese momento todos prestan más atención y al escuchar a Anrod esa frase poco silenciosa, todas las miradas se dirigen a él, acto seguido todos se ríen y alguno que otro con vacile.
     —Antes de que te bajes los pantalones, enorme descarado, te estoy hablando de tu velocidad, que para que lo sepas si eres así de rápido para todo… te compadezco.
     De nuevo hay risas y muchos más vaciles mientras que Anrod se enroja sin saber dónde meterse.
     — ¡Vale, vale ya está bien, sé cuando he perdido, me lo habéis dejado claro! Pero ahora en serio, os dejaré completamente callados cuando no podáis seguirme con la vista.
     — ¡Venga exagerado —expresa Tarbo con escepticismo— eso no te lo crees ni tú!
     Anrod se levanta dejando a un lado y apoyando en la arena su cerveza, camina por la orilla del mar durante unos metros, se detiene y se gira. Luego, desde allí les vocifera y señala a sus amigos hacia donde se destinará.
     — ¡Escuchadme panda playeros, ¿veis aquella pared rocosa justo enfrente de mí!? ¡Por la distancia yo calcularía que está a unos cuarenta y cinco metros de donde estoy yo, os apuesto lo que sea a que llego hasta allí en menos de cuatro segundos!
     Lo vacilan nuevamente.
     — ¡Anda, si ni siquiera vas a llegar! —valora Jun.
     — ¿Eso crees? Cronométrame, tú das la salida —expresa Anrod desafiante y en su rostro una mueca de confianza.
     Anrod se posiciona mientras Jun inicia la cuenta atrás.
—5…4…3…2…1… ¡ya!
     En ese instante Anrod acelera tan rápido que por la potencia escarda la arena haciendo que pierda el equilibrio y se precipite al suelo, tocando primeramente su cara en el terreno, y entrándole arena en la boca.
     — ¡Anrod, cuando quieras, el tiempo todavía corre! — informa hilarantemente Jun.
     — ¡Déjate de chistes Jun, casi me rompo los dientes! —responde el corredor mal pronunciando las palabras a la vez que intenta deshacerse de la arena que tiene en la boca.
     —De acuerdo, pero solo déjame decirte que tenía razón. Al final no llegaste.
     —Tú sigue Jun —declara Anrod sarcástico.
     —Eso hago, ¿quieres que pare?
     —Sí, por favor —contesta entre dientes controlando la ira de su voz—. Vuelve a cronometrarme.
     —Tú mandas jefe —alega Jun con simpatía.
     El joven vuelve a iniciar la cuenta atrás. Cuando llega a su fin, grita el comienzo de la salida. Anrod parte la carrera como felino por su presa, esta vez lo consigue. Va a una velocidad escalofriante y cuando pasa por delante de sus compañeros, la rapidez con la que se traslada produce tal aire que levanta una considerable cantidad de arena alcanzando los rostros de sus amigos. Pero al instante ven como tropezaba con algo, cae bruscamente al suelo y continúa rodando sobre este cierta trayectoria más hasta detenerse del todo.
     — ¿¡Pero qué ha pasado!? —dice Anrod alterado y dolorido mientras se incorpora.
     Todos se levantan preocupados y van a socorrer a su colega.
     — ¿Tío estás bien? Que mamporro más guapo te has dado —habla Cylmo asombrado pero chanceándose— ha sido como un, “¡wooh!”, y luego un “plashca”. Bestial tío, esto quedará en la historia para siempre.
     —Me he rascado el brazo y hecho daño en la espalda capullo, no tiene gracia.
     Todos ven que está bien dentro de lo que cabe, y al pasárseles el susto tienen que reprimir sus ganas de reír al recordar de nuevo ese batacazo tan divertido. Pocos segundos después exclama Gus:
     — ¡Tíos venid, he encontrado algo!
     Se acercan con curioseo y ven el extremo de un trozo de hierro enterrado en la arena con el que había tropezado Anrod. Gus limpia la superficie intentando averiguar qué se esconde ahí. El trozo de hierro cada vez se asemeja más a una manecilla como de puerta antigua, y cuando consigue quitar toda la arena visualiza una especie de portillo al que trata de abrir pero le es imposible. Todos juntos la agarran como pueden y tiran de ella con todas sus fuerzas, esta se abre violentamente y de su interior solo se advierte oscuridad total. Los chicos cogen sus teléfonos móviles y con la linterna iluminan parte de su interior. Unas escaleras indican la dirección a seguir, y sin miedo pero con precaución empiezan a bajar por el ambiente que cada vez se nota más frio y fantasmagórico. Con cada paso que dan, cada escalón que bajan, el temor va aumentando; la sensación de miedo comienza a tomar protagonismo y las respiraciones resuenan en la cavidad creando una tensión mayor. Finalmente llegan a su fin. Se adentran en un lugar mucho más amplio quedándose atónitos ante lo contemplado por sus ojos.
     — ¿Qué lugar es este? —comenta patidifusa Cyntia.
     —Menuda pasada de sitio —prosigue Jun— ya sé donde montar las próximas fiestas, va a ser un despiporre total. Chicos, mirad a ver si encontráis algún interruptor de luz y de paso apagad el aire acondicionado, hace un frio que pela —bromea.
     A la vez que se maravillan por los incontables objetos y herramientas antiguas situadas en tres estanterías de acero a lo largo de las paredes, buscan también donde encender la luz. Tarbo localiza un mando doble en el tabique justo al lado de la entrada. Sube las dos clavijas simultáneamente y una bombilla de ciento veinte intensos vatios ilumina todo el interior. Segundos después, un panel digital anticuado se enciende reflejando una cuenta atrás, hasta que llega a cero y parpadea varias veces. Luego al momento, revela la fecha de ese día, 18-Junio-2034 a las 02h:47m:05s am y avanzando. Tarbo avisa a los demás y se extrañan por la curiosidad del artefacto. Jun ve una ruleta al lado de las numeraciones y decide girarla, los números comienzan a avanzar mientras el chico continúa girando.
     —Jun, deja de tocar eso —advierte Nali— no sabemos de que se trata, así que no juegues.
     —No te preocupes, ¿qué puede pasar? Para tranquilizarte lo volveré a dejar como estaba.
     Pero la ruleta no gira inversamente. Al querer retroceder se bloquea, solo puede avanzar. Jun lo deja estar y el contador indica el 29-Enero-2480 a las 05h:22m:17s am, y siguiendo.
     Cada vez tienen más interés sobre el lugar en el que están; de donde se saca la energía que el contador y la luz requieren para funcionar y que significado tiene todo. En ese momento sienten un pequeño temblor que dura varios segundos, y luego escuchan unos ruidos lejanos pero escalofriantes. Rosaly aconseja irse, y mientras nadie pone impedimento suben las escaleras hasta el exterior. Cylmo abre lentamente la escotilla, y lo único que puede percibir es el sonido de las olas a la vez que ojea un área careciente de indicios humanos iluminada por la leve luz del amanecer y la escasez de luminiscencia lunar.
     Todos salen despacio a la superficie perplejos por la visión. Luego comienzan a caminar analizando cada detalle de su cambiado entorno.
     — ¿Dónde estamos tíos? —Articula palabra asustado Jun.
     —Creo que seguimos en la playa —responde Gus— pero ahora es diferente, muy diferente.
     —Será mejor no seguir adelante —recomienda Nali— esperemos a que sea más de día.
     Inesperadamente toda la tropa siente un fuerte chispazo en donde guardan sus teléfonos móviles, el cual hace que lo cojan y lo tiren al suelo, no sin antes difundir una intensa queja que hace resonar a lo lejos. Ellos miran su chispeante y estropeada tecnología a la vez que calman el dolor provocado por esta con frotas en las zonas afectadas. Súbitamente escuchan unos aullidos seguidos de incontables veloces pasos e incesantes rugidos. Otean la dirección de los aterradores sonidos, viendo lo impensable; una manada de gigantescos lobos se dirige hacia ellos. No dejándose paralizar por el miedo, los jóvenes dan media vuelta y se adentran de nuevo lo más rápido posible en el punto en el que estaban anteriormente. El ultimo en entrar es Cylmo, que segundos antes de poder cerrar la escotilla, el hocico del inesperado macho alfa consigue colarse en la trampilla empujando al chico y arrojándolo escaleras abajo, pero la rápida reacción de Cylmo hace que se pueda agarrar al pasamanos evitando una peligrosa caída. El muchacho atisba el feroz animal queriendo entrar a toda costa, pero su tamaño impide que pueda acceder. Sin perder tiempo, Cylmo regresa con sus compañeros asustados por la ausencia de este, no obstante, sienten un gran consuelo al verlo mostrarse por el final de las escaleras.
     — ¡Cylmo, creí que te habían cogido! —grita asustada y aliviada su hermana mientras lo abraza.
     — ¡Ya! por eso intentaste ayudarme ¿no? Espera, pero si no lo hiciste —diserta bromeando.
     — ¡Cylmo esto no es un juego, algo ha pasado, algo debimos de hacer para estar en esta situación y tenemos que saber el qué, tomate esto en serio!
    —Vale Cyntia, lo siento.
     Deciden rebuscar por todos los sitios lo que puede ser de utilidad, y tras mover cajas sin importancia, objetos insignificantes y artilugios de comunicación inservibles; Gus y Anrod encuentran una caja metálica con una cerradura extraña y misteriosa. Optan por encontrar la llave que puede pertenecer a la dicha caja, pero no hallan nada. Mientras siguen inspeccionando todo en su busca, Jun se pone a pensar mirando detenidamente la cerradura. Luego saca su llavero cuyo contenido posee la llave que había encontrado en el pasado. El chico se dirige a la caja metálica; se agacha y sujeta la llave mientras la dirige lentamente a la cerradura. Cuando la introduce, la rota y escucha un leve pero sonoro “click”, en ese instante la caja se abre.
     La caja se entreabre sola mediante un sistema de apertura basculante. Todos escuchan como chirria ese artilugio a la vez que la perplejidad se refleja en sus rostros, y se acercan extrañados y curiosos.
     Cuando se abre en su totalidad, Jun mira a sus compañeros paulatinamente mientras se forma en su rostro una sonrisa diabólica aunque asustadiza al mismo tiempo. Dentro encuentran un mapa y un libro de instrucciones cuyo titulo de portada es: -El bunker, dirección al futuro-. Durante un buen rato están confusos; entre lo diferente y lo insólito del exterior, lo misterioso y espeluznante del interior, y sobre todo lo sorprendente e inexplicable por la llave de Jun, ninguno sabe articular palabra alguna.
     —Jun —Menciona Tarbo— déjame ver eso.
     Jun le entrega ese libro tan inquietante, luego se dirigen todos a la mesa y allí el chico lo abre, comenzando a leer.

-19 de Mayo de 1947-
     “—Te doy la bienvenida viajero. Previamente, si no estás preparado para lo que va a suceder, <NO TOQUES EL INTERRUPTOR 2>. Esto no es un juego, es una realidad que formará en ti un concepto del todo completamente distinto. Te producirá un cambio el cual tendrás que asimilar y adaptarte si quieres sobrevivir. Aquí no hay margen para errores, si mueres, se acabó.
     En el año 1936, cuarenta y tres miembros secretos del gobierno de veinticuatro países aprobaron un movimiento para la creación de un potente artefacto capaz de dilatar y contraer en el mismo intervalo, el tiempo. Dicho movimiento lo denominaron `la iniciativa Lapso´, cuya finalidad consistía en ajustar el dispositivo a una máquina lo suficientemente resistente para soportar las fuerzas a las que se vería sometida. Por ende construyeron un búnker a partir de una aleación de dos partes; el Niotrúro, resultado de la combinación entre el titanio y el nitruro de boro, y el Inoxsifeno, producto del acero inoxidable y el grafeno. El compuesto resultante fue el material más duro jamás creado, calificado como; Xneodano “La materia indestructible”. Y luego se creó alrededor de la máquina un campo ionizado por inducción magnética  permanente.
     Respecto al dispositivo, se aceleraron partículas a la velocidad de la luz en dos cámaras de vacio conectadas a una tercera. Al llegar a la velocidad mencionada, se formó un campo gravitatorio tan intenso que por la fuerza de gravedad las partículas se inestabilizaron hasta puntos críticos. Llegados a estos extremos se liberaron rápidamente en el tercer compartimento para hacerlas colisionar, formando de este modo un núcleo de bosones constante y seguro, capaz de transportar la materia en el espectro temporal. Dicho núcleo denominado “Trauspat” se introdujo dentro de una cavidad en el interior del búnker enlazado a sencillos sistemas digitales unidos a la ionización del exterior del propio refugio metálico, siendo capaz de sincronizarse y haciendo posible los viajes en el tiempo en la fecha establecida.
     Lamentablemente y por razones que desconocemos, la máquina en la que te encuentras solo puede ir en una dirección; al futuro, mientras que la otra va al pasado. Exacto, existen dos bunkers, uno que va al futuro y el otro al pasado.
     — ¿Cómo que solo al futuro? —dice atemorizada Nali mientras sus compañeros la observan también asustados por lo que escuchan— ¿dos bunkers? Es imposible.

Jun prosigue leyendo.

     Nos fue inviable hacer una máquina con las dos opciones, por eso construimos dos. La diferencia entre ellos, es la inversabilidad de sus campos iónicos y sus núcleos.
     Debido a la energía que irradian los iones en contacto con los núcleos, tuvimos que separar los dos bunkers a una distancia de cuarenta y dos  kilómetros, ya que el más mínimo contacto entre ellos desencadenaría una fusión nuclear tan formidable y a la vez turbadora, que la liberación de su poder causaría una explosión el cual destruiría por completo el planeta y la onda expansiva modificaría gravemente el movimiento orbital de los planetas próximos.
     Por último aclararé lo más importante; si te encuentras preparado para lo que vas a ver, sentir, oír… y si realmente te sientes capacitado para afrontar y asumir todo lo que experimentarás, acciona el interruptor que está justo al lado del de la luz. Eso  activará un panel digital en el que podrás fijar la fecha en la que te gustaría estar y en ese momento comenzará la aventura.

     Todos se miran horrorizados. Entretanto, Jun cierra el libro pensativo apoyándose luego en la mesa, e intentando asimilar la situación.
     —Tranquilicémonos todos —sugiere Gus calmo y apacible— esto no es más que una pesadilla fruto de mi prodigiosa mente en la que curiosamente estamos todos. En cuanto me despierte os llamaré contándoos los detalles, os reiréis.
     Gus se dispone a seguir parloteando e intentando convencerse de que todo es un sueño, cuando Jun se impulsa violentamente de la mesa para incorporarse dirigiéndose posteriormente a Gus y golpeándolo en la mejilla izquierda.
     — ¿¡Ya estas despierto!? ¡¡Esto no es una pesadilla, Gus, céntrate!!  ¡Y ayúdanos a pensar cómo salir de esta!
     El grupo se queda atónito al ver la reacción de Jun, pero pronto se les pasa, hay cosas más importantes en las que pensar. Esto les supera, sin embargo, la única manera de que puedan volver a su tiempo es yendo al otro bunker.
     —Está bien chicos —aclara Jun— es sencillo. Este mapa nos llevará hasta el otro bunker, solo tenemos que guiarnos por él, recorrer los kilómetros que nos dicta y en cuanto lleguemos, iniciaremos la máquina en dirección a nuestra época, y todo solucionado.
     —Por si no te has dado cuenta Jun —importuna Cyntia— apenas hemos salido al exterior y por poco nos devora una manada de salvajes lobos, que por cierto, tenían un tamaño mucho mayor de lo normal, no sé si te fijaste. Quien sabe lo que habrá ahí a fuera.
     —Haya lo que haya, Cyntia, es mejor morir intentando sobrevivir que quedarse quieto esperando la muerte. Ahora descansemos lo que podamos, en una hora será de día, y es cuando nos iremos.
     Jun tiene razón, si quieren sobrevivir tendrán que salir al exterior y encontrar la otra máquina.
     Cuando se despiertan, aunque apenas han dormido, cogen todo lo que les puede hacer falta. Rebuscan por todas partes y encuentran muchas cosas, entre ellas una pistola con quince balas de punta hueca, unos prismáticos, dos pistolas de fogueo y un arco con tres cajas de veinticinco flechas cada una.
     —Me pido el arco y las flechas —dice Cylmo adaptando una pose como demostrando que sabe utilizar un arco.
     — ¿La sabes usar? —le pregunta Jun.
     —Pues claro.
     —Anda toma, y procura no sacarle los ojos a nadie.
     Cylmo sonríe mientras coge el arco colocando una flecha para sentirse poderoso y estirando un poco la cuerda. Sin querer la cuerda se le resbala de la mano derecha lanzando la flecha directa a la pata de la mesa y clavándola en ella, estando a centímetros de darle a Jun.
     Cylmo mira con ojos de plato a su compañero mientras este le devuelve la mirada llena de miedo y rencor, seguidamente Cylmo deja el arco y las flechas encima de la mesa y coge una pistola de fogueo.
     — ¿Sabes qué? —Exterioriza el chico— prefiero la pistola de fogueo.
     Jun es quien acaba llevando el arco, Gus los prismáticos, Cyntia una de las pistolas con la mitad de las balas y la otra arma con el resto de la munición la lleva Tarbo.
     Armados y bien decididos, algunos más que otros, suben las escaleras con Anrod liderando la fila. Abre despacio la puerta que lleva a las escaleras y ojea el final de ellas observando la luz de la mañana por la apertura que Cylmo ha dejado abierta al ser atacado por el animal. Suben las escaleras despacio y salen a la superficie con precaución no sin antes mirar si se ve algún peligro. Al asegurarse de que no hay ningún tipo de amenaza, salen todos a la superficie. Atisban a varios metros de ellos lo que ya saben, pero con mucha más claridad. Lo único que ven, son grandes extensiones de espesa selva con varios claros de por medio aunque una falta de luz bastante perceptible. Ellos se encuentran en los pocos lugares donde no destaca el follaje ni las arboledas. Están en la playa, con el nivel del mar mucho más bajo de lo que recuerdan y un sol preocupantemente abrasador teniendo en cuenta que es enero.
     —Tened cuidado —aconseja Anrod—. No sabemos lo que nos podemos encontrar. Sin humanos, a saber durante cuánto tiempo, la vida pudo evolucionar de manera mucho más salvaje de lo que estamos acostumbrados a ver.
     —Lo que a mí más me preocupa —expone Nali inquieta— es que apenas han pasado cuatrocientos años y lo único que veo es vegetación por todas partes y sin casi indicios de que en un tiempo atrás hubo vida humana. Cosa muy extraña, ya que por donde caminamos dejamos una pisada eterna.
     —Déjate de filosofías Nali —dice Anrod—. La naturaleza es inexplicable, pero pienso que este es el orden que debería haber tomado hace tiempo.
     —Sí, bueno. —Titubea Cylmo—. Un lugar repleto de inimaginables animales salvajes donde lo más probable es que sean todos depredadores convirtiéndonos a nosotros en las únicas presas, no es que sea algo fabuloso.
     —No me seas miedica —indica Anrod—. Solo debemos estar atentos a lo que pueda surgir, son unos pocos kilómetros nada más, lo podemos hacer.
     —Pues venga —anuncia decidido Cylmo y con un poco de miedo— voy primero.
     El grupo empieza a dar sus primeros pasos hacia la frondosa selva, donde a medida que van acortando metros, sus pulsos se van acelerando.  Al llegar al límite de la playa, se detienen a solo un paso del comienzo de la selva.
     — ¿No sería mejor rodearla en vez de atravesarla? —Aconseja Tarbo amedrentado.
     —Buena idea —responde Jun con un toque de sarcasmo—. Yo desde aquí veo a varios kilómetros y a ambos lados como la vegetación acaba orientándose y tomando contacto con el océano. La otra alternativa sugiere ir a nado, así que tú vete por el mar que nosotros iremos por aquí, nos vemos en el otro lado, si llegas. Tantos años habrá infestado el mar de todo tipo de criaturas,  dudo que lo hagas. ¡Pero vete, corre!
     —Con un no, bastaba —contesta Tarbo cortado, observando los rostros de sus compañeros refrenando las risas.
     Acto seguido se adentran en la espesura de la selva, contemplando minutos después un sendero hecho por animales terrestres, al que deciden seguir mientras el mapa así les indique. Temerosos por lo que se puedan encontrar en el camino, los sentido se les agudizan al máximo, y por el nerviosismo oyen cosas que no son reales.
     — ¿Habéis oído eso? —Pronuncia Cylmo creyendo escuchar un ruido de hojas secas pisadas por algo.
     —Déjate de tonterías, que asustas a las chicas.
     —Te agradezco que te preocupes por nosotras —expone Xara— ¿pero no será que eres tú el que se asusta?
     —No digas bobadas, yo no me asusto por nada.
     —Si tú lo dices, valiente, será cierto.
     Al caminar pocos metros más, escuchan un ruido fuerte y real entre las ramas del bosque, miran con sorpresa y ven salir volando unas criaturas voladoras asemejadas a los búhos de su tiempo, salvo que estos les triplican en tamaño.
     La aventura continúa para estos jóvenes, y solo pueden sobrevivir si son uno con la naturaleza.



sábado, 10 de noviembre de 2018

HISTORIAS CORTAS: Las Bellas del Rímel

     En el año 1878 se estableció en una de las ciudades más grandes de España, un pequeño grupo anónimo de mujeres cansadas por la desigualdad de género que sufrían y que había existido durante siglos. Con el tiempo se fueron extendiendo por el mundo hasta formar cientos de asociaciones y con nuevas ideologías.
     Ahora, en pleno siglo XXIII y con la tecnología actual, todos los clanes se comunican a través de códigos secretos para no ser descubiertos por los hombres y así reclutar a más miembros para que en algún futuro sean las mujeres las que gobiernen.
     Uxuri, una muchacha española que nunca quiso ser parte de un sistema en el que la opresión, el machismo y las injusticias eran los protagonistas en cada rincón del mundo y por ese motivo se pasó cada minuto pensando y escribiendo en su blogsth como cambiarlo todo, recibió un día por debajo de la puerta de su casa una extraña carta de color verde oliva. Ella la abrió y pudo leer:
     ¿Quieres esa cura que tanto ansías? Mañana a media noche dirígete a la abandonada fábrica de hierro de Losálo, encontrarás lo que estás buscando.

    La chica no entendía nada. La carta carecía de remitente y estaba escrita digitalmente. Pero si quería respuestas tenía que arriesgarse.
     Al llegar esa noche, recorrió más de quince quilómetros para acudir a su destino, y la única luz que iluminaba su camino era la de la luna llena. Uxuri estaba asustada. Sus pupilas dilatadas le ayudaron a tener más visión, sin embargo, un crujido seco debajo de sus pies fue la señal de algo que la atrapó sin poder evitarlo, y tras un golpe en la cabeza contra el suelo, perdió el conocimiento.
     Al despertar se vio rodeada de un grupo de encapuchados con ropajes negros y entre ellos, uno con túnica azul, que se acercó a ella.
    —Te hemos estado observando mucho tiempo, Uxuri. —Dijo ese personaje con una voz cálida y dulce— No temas. Sabemos lo que quieres. Tenemos objetivos en común.
    — ¿Quienes sois vosotros? —Preguntó la joven.
    —Di mejor vosotras. Somos uno de los más de doscientos clanes secretos de mujeres en todo el mundo que busca eliminar la basura que en él habita; políticos corruptos, asesinos, secuestradores, violadores, maltratadores, terroristas contra el medio ambiente y sobre todo a los hombres que nos ven como quieren que seamos; objetos sexuales a base de engaños con el único fin de darles gozo en la cama. Dejar que nos hablen con descaro. No hacer nada cuando nos tocan y miran con deseos de follarnos sin respetarnos y hacer caso omiso cuando decimos no. Sabemos por tu blogsth que también detestas todo eso, por lo tanto la pregunta es sencilla; ¿quieres formar parte de nosotras?
    La inocente joven estaba un poco confusa al verse rodeada de desconocidas en un suave pero sombrío habitáculo que se suponía que estaba dentro de la fábrica a la que le dijeron que acudiera. Uxuri no se consideraba alguien de importancia en el mundo, y al creer que no tenía nada que perder, respondió con total decisión:
     —De acuerdo. Seré una de vosotras, pero os pido que las novatadas de iniciación a la hermandad no sean muy duras.
     Las chicas del clan se rieron.
     —Tranquila mujer, —apaciguó la chica de azul y con jocosidad— que con lo que vas a aprender aquí ya lo vas a ver como un sufrimiento psicológico. Y ahora permíteme hacer las presentaciones. Yo soy Aia, fundadora de esta organización denominada; Las Bellas del Rímel. No es que sea un nombre que inspire terror, pero no importa. Y las demás integrantes de la familia son:
     Aia las fue nombrando y señalando para que Uxuri las conociera mientras las chicas se descubrían.
     —En primer lugar te presento a mi hermana de sangre, Beca. Después están mis mejores amigas; Cira, Tulia, Dunyi, Samay, Naime, Layla, Deka, Áfrika y Xari. Chicas —dice Aia dirigiéndose a las demás— dejadme que os presente a nuestra nueva integrante y amiga, Uxuri.
     Todas la saludaron sonrientes. Y Uxuri les devolvió la sonrisa. Desde ese momento la joven ya no volvió a sentirse sola ni despreciable. Ahora formaba parte de algo especial y que siempre había soñado.
     Durante años las mujeres han acabado con la desigualdad de género en varios países como México y casi todo el sur de América, España, Montenegro, Senegal, Honduras y el norte de China. Se han impuesto leyes para la conservación y protección de especies y el medio ambiente. Han hecho prohibir tradiciones como el Toro Júbilo, el giro del perro, el Toro de la Vega, la matanza de delfines en Dinamarca y el apedreamiento de Judas. También han destapado casos de corrupción y encerrado de por vida a secuestradores, violadores y asesinos. Pero aún hay mucho por hacer.
     Tienen una nueva y peligrosa misión, y para ello necesitarán al clan de Las Terrenales de Suiza. Las Albinas de Tanzania. El Cuerno Negro de México. El Codo de Hierro en Tailandia y las de Ojos de Escorpión en Brasil.
      Es cuestión de tiempo en que todo cambie.

domingo, 29 de julio de 2018

HISTORIAS CORTAS: Diario De Una Ninfómana


     Antes de juzgarme llamándome puta, zorra o guarra, miraros al espejo y deciros si tenéis derecho a hacerlo. Esta historia no está hecha para gente mojigata e hipócrita que siguen los idealismos cerriles de la sociedad. Ni tampoco lo está para esos individuos puritanos que se azoran solo con escuchar la palabra follar. Asique si sois uno de ellos, os aconsejo que dejéis de leer esto, porque no voy a cambiar mi manera de expresarme por vosotros. No os voy a hacer creer que soy una princesita fina y educada, ya que referente a mi vida la educación solo es una perspectiva ajena, no una realidad.
     Dicho esto, comencemos.

     Mi obsesión por el sexo se remonta a mi niñez, cuando tenía trece años. Mis padres comenzaron a dejarme sola en casa por motivo de su trabajo. Los dos empezaban a las tres de la tarde y no llegaban hasta la doce de la noche.
     Un día, jugando en su habitación tropecé y choqué contra una estantería al lado del escritorio en donde tenían el ordenador. Al querer colocarla de nuevo en su sitio, vi una cajita circular de plástico llena de cedés. Tenía mucha curiosidad en saber lo que era, y lo que más me desconcertaba era que todas tenían títulos eróticos. Nunca olvidaré la excitación que recorrió mi cuerpo cuando leí; Follando por primera vez el coño de una colegiala. Me sentí sofocada, percibiendo como mi propia vagina se humedecía. Fui al salón e introduje el disco en el lector de DVD. Lo primero que escuché fue la música tipo chill out y Jazz acompañado de leves gemidos femeninos. Y lo primero que vi fueron cortas escenas de mujeres y hombres desnudos como follaban. (Solo por recordarlo ya me estoy poniendo cachonda).
      Luego seleccioné una escena. En ella, una jovencita morena y hermosa con el pelo largo, cara angelical y unos envidiosos labios carnosos, apareció en una habitación en donde un hombre desnudo no muy atractivo pero con una polla la mar de apetitosa se vio sorprendido por la muchacha. La chica estaba impresionada con lo que veía, y como si estuviera poseída se puso de rodillas y empezó a chupársela. Luego se desnudó ella también, y tumbada poco después en la cama, se dispuso a tocarse. Me senté en el sofá, comenzando a acariciar mis pezones y bajando lentamente hasta mi virtud, (si, a veces la suelo llamar así, y muchos chicos ya lo saben). Vi a la actriz meter sus dedos corazón y anular dentro de su vagina, sacándolos y metiéndolos con lentitud y suavidad. Yo hice lo mismo que ella, ¡joder! sentí tanto placer que la exaltación de mi cuerpo era incontrolable. No pude evitar gemir ni pronunciar tantas veces el nombre de Dios, y eso que soy atea. Pero desde ese día, supe con total certeza que me encantaba el sexo, o al menos masturbarme.
    Me comprometí a darme placer a mi misma hasta que cumpliera los veinte años, y a partir de ahí, me follaría a los tíos que más deseaba. No creo que exagere al decir que desde que me hice mi primer dedo hasta que me follé al primer chico, me masturbé al menos unas seis mil veces, que sabiendo que fue durante siete años, creo que es bastante.  
     El día que cumplí los veinte, hice una fiesta en la casa del pueblo de mis padres, invitando a mi familia y amigas. Al anochecer les propuse a las chicas, a mis hermanos y a mi primo que jugáramos al escondite mientras los adultos estaban dentro tomando café, chupitos y hablando de cosas, y la idea fue muy aceptada. En una de las veces que le tocaba contar a una de mis amigas, estaba indecisa y no supe a donde ir, pero rápidamente se me ocurrió la idea de ir al campo de maíz de mis vecinos. Me adentré prácticamente hasta más allá del medio del campo, y de pronto escuché un ruido extraño. Entonces alguien me azotó el culo y cuando me giré del susto, vi que era mi primo.
     — ¿Qué haces aquí? —pregunté.
     —Pues supongo que lo mismo que tú. Esconderme, primita.
     Siempre me ha parecido un chico cariñoso, divertido, atractivo y la cicatriz que tiene en la mejilla hacia la nariz me pone muchísimo. Creo que yo a él también le pongo. Lo noto cuando me mira, me toca y cuando me habla, sobre todo después de esa noche. No voy a racanear con los detalles, pero si omitir información intranscendente de lo que hablamos. Lo que ocurrió es que después de conversar un poco acabamos follando entre el maíz. Mi primo me había desvirgado, y no os imagináis como me gustó. Fue un polvo rápido, pero intenso.
     Me da igual que penséis que eso es incestuoso, asqueroso, inmoral o una perversión. Para mí es sexo, solo eso. Es más, esa noche habíamos follado unas cinco veces cuando a algún otro le tocaba contar. Mientras los demás jugaban ignorando lo que hacíamos, nosotros practicábamos todas las posturas físicamente posibles. No os imagináis de qué manera se movía mi primo ni la forma en que desplazaba su lengua por mi clítoris. Era casi imposible no gritar de puro placer, pero tuve que retraerme para que no nos pillaran. Ahí fue cuando me di cuenta de que mi primo también era un adicto al sexo, o como se les suele llamar a los hombres, sátiros. Pero este no es su diario, no es su relato. Aunque me dijo que también estaba escribiendo sus aventuras sexuales.
     Para los que tengan curiosidad sobre los detalles de lo que hicimos, decir que a pesar del poco margen que teníamos, salimos satisfechos todas las veces. También aclarar que después de estar encima de mí follándome muy duramente y antes de que él se corriera entre el maíz, que por cierto, supo apartarse a tiempo, en ningún momento utilizamos condón. Conozco a mi primo de toda la vida y sé que está sano. No quiero ir de docente moralista pero no os aconsejo no utilizarlo, el sexo se disfruta más cuando eres consciente de la escasa o casi nula probabilidad de pillar una ETS o quedarte embarazada.
     Ahora tengo veintiséis años. Sigo viviendo en la casa de mis padres y cuando necesito un buen polvo me voy a la ciudad a buscar a mis “presas”. Lo bueno de vivir con mis viejos es que me controlo más al tener las cosas más complicadas para conocer a un chico y follármelo, porque tengo que buscar otros lugares en donde hacerlo con él. Aunque hace unos días se ha mudado una familia a unos metros de mi casa, y hay dos chicos que creo que son sus hijos; uno de unos veintitantos años y el otro de poco más de treinta.
     A día de hoy me he acostado con un gran número de chicos de diferentes edades, etnias y razas. He tenido varias experiencias lésbicas. Hice algún que otro trío y hasta participé en un bukake, pero eso si que no me gustó nada. A mi si no me penetran o me estimulan la vagina, ya el resto no me llama tanto la atención. ¡Pero oye!, todo sea por experimentar. ¡Ah! Tampoco me gusta mucho el sexo anal. Asimismo decir que a pesar de cuidar que mis parejas sexuales estén sanas, limpias y que usen protección, uno se corrió sin querer dentro de mí porque se había roto el preservativo, pero fuimos rápidos y no tuvimos nada que lamentar. Y con el bukake…bueno, sufrí una reacción alérgica en la piel, fueron dos semanas bastante horribles. No obstante, mis aventuras me ayudaron a tener más precaución, no hay que temerle al sexo por lo que pueda pasar, solo hay que estar un poco más alerta pero sin olvidarse de disfrutar.
     En esta semana voy a intentar acercarme a esos jóvenes vecinos, y me los voy a follar de tal forma que van a estar saciados durante una buena temporada. Les voy a dejar la polla tan quemada por la fricción, los huevos tan hinchados y la pelvis tan machacada que ni se van a poder levantar.





miércoles, 27 de junio de 2018

HISTORIAS CORTAS: El Psicópata Del Bosque


     Hola, me llamo Philip Tales, tengo 21 años y soy el único superviviente del planeta, salvo en excepciones. Pero la historia no empieza exactamente aquí.
     Tenía 17 años cuando salí del instituto, y para celebrarlo, mi hermano, mis amigos y yo nos adentramos en un bosque que había cerca de mi casa para hacer nuestra propia fiesta. Todos mis compañeros eran unas buenas piezas, y yo no era diferente, por eso me encontraba muy a gusto con ellos, era feliz. En primer lugar dejad que nombre a mi hermano, se llamaba Yanz, tenía un año más que yo pero como suspendió el último curso acabamos los dos coincidiendo en la misma clase. El tío a pesar de que casi siempre suspendía y cuando no lo hacía sacaba aprobados muy raspados… era inteligente, me lo demostraba todos los días. Tal vez no sabía cómo funcionaba el mundo, como eran las personas de su alrededor o incluso no se daba cuenta de cuando le tomaban el pelo, pero nunca hacía daño a nadie y respetaba a todo el mundo por cómo eran, siempre y cuando ellos no les faltaran el respeto tampoco a nadie ni a nada, lo cierto es que el ejemplo de vida que me ha dado desde que tengo memoria, no lo olvidaré jamás. Luego estaba mi mejor amigo, Frank. Tenía una manera de pensar muy parecida a la mía, aunque él era más exitoso entre las chicas, mucho más, todas lo amaban, y eso que no tenía un físico especialmente envidiable, pero si había algo en su manera de hablar y flirtear con ellas que no me lo explico, yo mismo intenté hacer lo que él, sin embargo, no funcionaba, nunca funcionó. También estaban los trillizos, Álvaro, Omar y Gabriel.  Eran bastante prepotentes y siempre haciendo tonterías para impresionar a las del sexo opuesto, lo más gracioso era que ninguna les hacía caso, pero al menos lo intentaban, aun así me fastidia admitir que éramos unos auténticos perdedores. Después estaba Carla, oh, la preciosa Carla. Una sonrisa perfecta, los ojos más bonitos que he visto en mi vida, un largo y liso cabello tan brillante como el sol… Estaba enamorado de ella desde los doce años, pero no me miraba de la forma en que yo la miraba a ella, porque ella solo tenía ojos para Frank, que novedad, ¿no? Y por ultimo, Briana, inteligente, guapa y muy amiga mía, y siempre que lo necesitaba me ayudaba en los estudios.
     El último día de clase cuando ya estábamos en el bosque a las tres de la madrugada, cogimos unas cervezas que habían traído los trillizos de casa de sus padres cuando ellos no estaban. Saqué de mi bolsillo una navaja para abrir las tapas de las botellas ya que ninguno fue tan listo de traer un abridor, y sentados en una densa capa de hojas secas brindamos por haber salido de ese infernal agujero al que llamábamos instituto, y por los planes de futuro.
     —Pienso estudiar psicología, —dijo Briana— porque creo que las personas tienen el potencial de poder confiar en sí mismas, de que son únicas y que todo se puede superar siempre que crean que es posible superarlo. Pero a veces hace falta que alguien se lo recuerde, porque eso, es lo que más ayuda a una persona, el saber que no están solas y que siempre hay alguien que les apoye.
    Briana psicóloga, quien lo hubiera dicho. La verdad es que sería una de las mejores, porque a mí siempre me ayudó a superar muchos problemas; el ingreso de mis padres en una institución psiquiátrica, la muerte de mi abuelo, el rechazo de incontables chicas… Briana siempre estaba ahí, y no me imagino mi vida sin ella, bueno, no me lo imaginaba.
     —Yo pienso ser detective —manifestó Frank.
     Todos comenzamos a reír.
     —Reíros si queréis, pero llegará un día en que os haga falta, un día en que me necesitéis, y os arrepentiréis de haberos mofado de mí, ya lo veréis, ya.
     —No te enfades tío, —le dije mientras le daba un leve golpe en el brazo— pero yo por lo menos no te veo resolviendo casos, crímenes, misterios… reuniendo pruebas y descubriendo al culpable.
     —Pues gracias por tu apoyo, —comentó sarcástico.
     Mientras seguíamos hablando, a los pocos minutos escuchamos un extraño ruido.
     — ¿Qué fue eso —dijo alarmado Yanz.
     Ninguno pudo responder, el miedo nos había apoderado. Segundos más tarde lo volvimos a escuchar, de esta vez más fuerte y cercano. Todos nos levantamos atemorizados de golpe y escapamos a correr en dirección a mi casa, pero a los pocos pasos algo nos paralizó y atrapó. Una fuerza proveniente del sobrecogedor centro del bosque nos arrastró hacia él. Sin poder hacer nada para evitarlo, veíamos como poco a poco nos adentrábamos en la absoluta oscuridad. Empezaba a sentirme somnoliento, y creo que mis amigos también. Lo siguiente que recuerdo fue encontrarnos tumbados en la arena de algún extraño lugar. No teníamos idea de donde estábamos, y cuando nos incorporamos echamos un vistazo a nuestro alrededor, la evidencia era clara, éramos prisioneros en una pequeña isla.
     — ¿Dónde estamos? —Preguntó Briana— ¿Cómo hemos llegado a aquí?
     De pronto volvió de nuevo la fuerza, pero solo me llevó a mí. Me desperté nuevamente y estaba solo, lo raro es que seguía en la misma isla, o eso creía. Comencé a andar sin temor pero con precaución por un estrecho camino que me separaba de la frondosidad de las plantas y hierbajos en busca de mis amigos.
     —¡¡Sssh, Aah¡¡ —me quejé, al sentir un pinchazo en el cuello.
     Seguí andando. Cada vez me encontraba más cansado, y en un momento empecé a verlo todo borroso, al instante, oscuridad absoluta. Otra vez me desperté, y lo que vi, no lo podré olvidar nunca. Ante mis ojos, Frank, Álvaro, Omar, Gabriel, Briana, Yanz, Carla… todos muertos, decapitados y mutilados, y en mi mano, mi  navaja ensangrentada. Muchas luces de colores me estaban cegando, y un montón de voces me ordenaban tirar el arma y a tumbarme en el suelo con las manos en la espalda. La confusión no me dejaba tranquilizarme, y esas voces se acercaban a mí agarrándome e impidiendo que me movilizara.
     — ¡Soltadme. No me volveréis a llevar. He dicho que me soltéis! —grité.
     Todo fue en vano. Me subieron a un vehículo, me pincharon con una aguja y me volví a dormir. Por enésima vez me desperté, vestido con un traje blanco que no me dejaba apenas moverme, y encerrado entre cuatro paredes.