domingo, 6 de octubre de 2019

Una Aventura Inesperada

     Me levanto a las 5:50h de la mañana. Hoy será un gran día. He pasado de ir a clase para ir a una grabación para una serie en A Coruña. Poco después mi padre se levanta ya que tiene que ir a trabajar, solo que hoy madruga algo más para acercarme a Sigüeiro y poder coger el bus. Después de esperar un rato, el bus llega. Son las 6:45, y me lleva a A Coruña. Llego y bajo del transporte sobre las 7:50h y me voy a desayunar. Al terminar, me dirijo a pie a la empresa de producción audiovisual que está a unos 2,5 kilómetros, entro y espero en el comedor. Más tarde, llegan otros compañeros de reparto, todos hacemos de sicarios.
     A las 10h nos vamos en un bus a una aldea de Cerceda, a unos 25 kilómetros, y allí grabamos la escena. Al finalizar, nuestro subjefe, si se le puede llamar así, nos da el contrato para firmar ya que la sesión de ese día ha terminado, por tanto nos dice que nos va a llevar de nuevo a A Coruña y de ahí, cada uno se va por su cuenta a casa. Como Cerceda me queda más cerca de mi casa, le digo que si pasa por ese pueblo, me deje allí, y ya yo voy en bus para Sigüeiro o Órdenes, otro municipio en donde me vendría también bien para ir después dirección a mi casa.
     En cuanto me deja en el lugar, se va. Entro en una pescadería a preguntar:
     —Perdona, ¿sabes dónde está la estación de autobuses de Cerceda, o si pasa algún bus por aquí?
     —Cerceda no tiene ninguna estación de autobuses —asegura mientras yo me quedo pasmado— solo está la de tren. Y por aquí solo pasa un bus entre las 13h y las 14h.
     —Ah, vale —respondo sin dar crédito— Pues gracias, esperaré a ver si viene.
     En cuanto salgo de la tienda, cruzo la carretera y espero en la parada a que venga ese bus. Como me gusta tener varias versiones, pregunto a un transeúnte que pasa por la acera:
     —Perdona, ¿Sabes si pasa algún autobús por aquí en dirección Órdenes o Sigüeiro ?
     —Sí —responde— pasar pasa uno a las 14h, pero no sé a dónde.
     —Vale, ¿y a cuanto está la estación de tren?
     —Está en esa dirección a unos 3 kilómetros —señala el lado opuesto a donde quedaría Órdenes.
     —Perfecto, gracias.
     —En Cerceda no hay apenas comunicaciones de transportes —prosigue el señor— es lo malo de este sitio.
     —Bueno, no importa, ya miro a ver. Gracias por todo, no pasa nada.
     El señor se va reflejando en su rostro una cierta lastima por mí, y al continuar su trayecto, me pongo a esperar el bus, pero no llega. Llamo a la central de trenes para que me informen sobre sus horarios en ese pueblo, diciendo que sale uno a Órdenes a las 16h. Una vez que son las 14:15h y no veo pasar el bus, me arriesgo y voy a la estación de tren. Son 3,5 kilómetros andando según el GPS, unos 42 minutos. Empiezo a caminar a paso ligero y veo en la terraza de un bar a una mujer que conozco, nos saludamos y continúo. Camino por la acera un buen rato hasta que termina y me obliga a seguir por la orilla de la carretera. Minutos más tarde me llama mi orientadora laboral:
     —Te acabo de ver por Cerceda, ¿por qué no me llamaste? Podíamos hacer la entrevista que aun tienes pendiente, y luego te llevaba a casa.
     —Ah! No lo sabía, pero si quieres doy media vuelta y la hacemos. ¿Dónde estás? —le pregunto después de contarle un poco mi historia de ese día y a donde me dirijo.
     —Es que ahora ya no estoy, me he ido.
     —Tranquila, no pasa nada.
     —Pero mira, ya hablamos martes que tenemos que quedar y a ver cómo hacemos jueves, (me dice eso porque yo al tener clases, me ponen faltas si no voy a ellas).
     —Sí, vale. Sin problema, nos vemos martes.
     Luego de hablar con ella, sigo con mi andanza. Llega un punto en que al no ver un paso de peatones, debo cruzar la carretera que va en ambas direcciones para pillar la rotonda y seguir recto, cosa que hago y prosigo andando. Luego, el GPS me manda por un camino en medio del bosque, ahí ya pienso que algo no va bien, pero ya que estoy, continúo adelante. Al final paso por debajo de un puente y termino viendo la estación en medio de la naturaleza. Llego al lugar en menos tiempo del que me manda el GPS, y una vez en el andén, observo.
     Quiero entrar en la estación para preguntar y comprar el billete, pero está cerrado, por lo tanto doy vueltas y vueltas para encontrar una solución. Golpeo una ventana por si hay alguien, ya que en el aparcadero hay 4 o 5 coches. Golpeo la puerta, hablo por si me oyen y hasta miro a la cámara de seguridad haciéndole gestos de ayuda, pero no existe respuesta. Vuelvo a llamar a la central y poco me pueden ayudar, eso sí, a ver la factura a final de mes, pero en fin, sigo como antes. Intento leer lo que pone en el andén de enfrente, sin embargo, no lo veo, y utilizo la cámara del teléfono para hacer zoom y poder leerlo. Me doy cuenta de que ese andén es en donde pasa el tren que lleva a la dirección que quiero ir, y corro a dar la vuelta a la estación para llegar allí, aun me queda 30 minutos, pero por sea caso. Mientras doy la vuelta, veo como unas pequeñas y extrañas escaleras que llevan de nuevo a la estación, y subo por ellas creyendo que me llevarían al andén que quiero. No solo no me llevan, sino que esas escaleras no son escaleras, lo cierto es que ya lo sospeché en cuanto las vi, son unas bajadas con relieves para transportar el agua cuando llueva. Una vez arriba, vuelvo a estar en el andén que estaba antes, tanto correr para nada. Me doy cuenta poco después que hay unas auténticas escaleras al lado que conducen al andén de enfrente, al que quiero ir yo. Y allí fui al fin.
     Mientras espero el tren, ando con el teléfono y contesto unos mensajes de unas amigas, solo que a una le cuento también un poco mí aventura.
     Llegan las 16h, y con ellas el tren. Me subo a él y ya no sé ni a qué lado ir. Primero me dirijo a la derecha, subo dos escaleras y en esa zona del vagón hay pocos asientos y todos ocupados. Entonces doy media vuelta hiendo al otro lado. Veo en primera fila a una chica y le pregunto si este tren lleva a Órdenes, me dice que sí, que es la siguiente parada. Se lo agradezco y sigo andando hasta ver algún sitio libre. Justo veo uno al lado de una chica joven, la miro, me mira y le pregunto si puedo sentarme, ella asiente con la cabeza a pesar de estar hablando por el teléfono, y me siento.
     Cuando termina de hablar, hablo con ella.
     —Perdona, ¿sabes si este tren lleva a Órdenes?
    —Sí, —responde después de dudar un poco— es la siguiente parada.
     —Gracias, es que trenes pillo...ninguno, la verdad, y estoy algo desorientado.
     Ella se ríe un poco, pero contemplo que le cuesta mucho hablar, al menos conmigo. Ambos seguimos a lo nuestro y me doy cuenta que encima de mi cabeza hay una pantalla que indica los destinos del tren, gracias a ello me aseguro al máximo de que voy en la dirección correcta. También puedo ver unos botones debajo de los portaequipajes, y nuevamente pregunto a la joven:
     — ¿Hay que pulsarle a algún botón para que el tren pare en la siguiente parada?
     —Me mira y niega con la cabeza.
     Hace muchos años que no me subo a un tren, y eso que hubo una época que prácticamente lo cogía a diario, pero uno se acaba olvidando, por eso parece que ando muy perdido.
     Va avanzando el tren y yo espero a que se detenga. Al cabo de unos minutos una voz suena por los altavoces diciendo que la próxima parada era Órdenes, bien, poco a poco me voy acercando a mi casa. A medida que avanza el tren me surge una duda, y vuelvo a preguntar a la joven:
     —Una cosa, ¿aquí no viene el revisor a cobrar el viaje?
     Ella sonríe un poco y eleva los hombros. No lo sabe.
     Yo sonrío también y vuelvo a mirar hacia adelante.
     El tren al fin llega a la estación de Órdenes, me levanto y agradezco de nuevo a la chica, segundos después me bajo del transporte, al menos el viaje me ha salido gratis. Recorro ese andén siguiendo a una mujer a ver a donde se dirige, va hasta el andén que está enfrente y que lleva a la salida, allí veo a un señor de entre 40 y 50 años que está a punto de subirse a su coche y hablo con él.
     —Perdona, ¿sabes a cuanto está el centro de Órdenes?
     El señor arquea las cejas mirando a su alrededor.
     —Pues te queda a unos 9 kilómetros,
     — ¡¿Qué dices, tanto?¡ Es que en mi móvil me dice que está a 4,5 kilómetros y que tardo unos 54 minutos en llegar.
     —Sí, pero eso era la estación antigua. Hace poco hicieron esta nueva y está más lejos que la anterior.
     Yo estaba flipando un poco, pero de pronto:
     —Venga, sube.
     — ¿De verdad? ¿Está seguro? —le pregunto con duda.
     —Sí, vamos.
     Subo al coche y él muy amable me lleva. Le digo que voy a Sigüeiro  pero que me vale Órdenes para coger el bus e irme allí. Pero a él tanto le da llevarme a un sitio que a otro, ya que está, pues que me lleva sin problema a Sigüeiro. Le insisto que no quiero que se moleste tanto, pero a él no le importa hacerlo, que no le cuesta nada.
     Durante el trayecto hablamos y le cuento también un poco mi historia. Me cuenta que hoy en día ya no hay tanta solidaridad, que se está perdiendo, y le contesto que es normal, que tantas noticias y sucesos malos que pasan, pues que es difícil confiar en los desconocidos, y él lo entiende, pero que algún samaritano siempre hay. Me cuenta alguna historia suya, y seguimos hablando hasta que llegamos a Sigüeiro. Me faltan palabras para agradecer lo que hizo por mí, y al despedirnos me estrecha la mano:
     —Javier —Dice su nombre.
     —Gonzalo—Digo el mío.
          Desde ese pueblo camino hasta mi casa, que son unos 3 kilómetros. Y al llegar, doy por finalizada la gran aventura que he vivido, emocionante y un poco agobiante, pero divertida y difícil de olvidar.



jueves, 21 de febrero de 2019

HISTORIAS CORTAS: La iniciativa Lapso: Aventuras por el tiempo

     —Mirad al cielo chicos —manifiesta Anrod mientras señala uno de los millones de puntos luminosos del espacio— ¿veis esa estrella tan brillante en medio de esas otras menos luminosas? Es Cabreilla; una estrella que así a simple vista parece como las demás salvo por su mayor resplandor, pero aun así pasa totalmente desapercibida entre todas sus hermanas. Forma parte de un grupo el cual siempre sigue las mismas pautas… va y viene, viene y va, y nunca nadie antes había sospechado sobre ella, sobre como es realmente, hasta ahora. Se descubrió hace pocos años que más que una estrella, es, `La Estrella´. La velocidad de su luz es como todas, pero su movimiento por el universo es sobrecogedor. Se mueve a una velocidad de dos mil setecientos kilómetros por segundo y cada seiscientos cuarenta años su velocidad aumenta doscientos noventa kilómetros al hacer una elíptica sobre lo que los científicos creen que es un agujero negro; su gravedad, de ahí viene su aumento de velocidad. A lo que voy es que yo seré como esa estrella, seré el corredor más veloz del mundo, y el mayor paso va a ser cuando quede primero en la carrera de los juegos olímpicos de 2036.
     — ¡Vaya Anrod! —Exclama asombrada Rosaly— me alegra saber que ya tienes un plan de futuro. Sin embargo, hablas mucho sobre tu velocidad pero nunca la enseñas.
      Anrod la mira y le sonríe, acto seguido bromea.
     — ¡¿Quieres que te la enseñe, que atrevida Rosaly, estás segura?!
     En ese momento todos prestan más atención y al escuchar a Anrod esa frase poco silenciosa, todas las miradas se dirigen a él, acto seguido todos se ríen y alguno que otro con vacile.
     —Antes de que te bajes los pantalones, enorme descarado, te estoy hablando de tu velocidad, que para que lo sepas si eres así de rápido para todo… te compadezco.
     De nuevo hay risas y muchos más vaciles mientras que Anrod se enroja sin saber dónde meterse.
     — ¡Vale, vale ya está bien, sé cuando he perdido, me lo habéis dejado claro! Pero ahora en serio, os dejaré completamente callados cuando no podáis seguirme con la vista.
     — ¡Venga exagerado —expresa Tarbo con escepticismo— eso no te lo crees ni tú!
     Anrod se levanta dejando a un lado y apoyando en la arena su cerveza, camina por la orilla del mar durante unos metros, se detiene y se gira. Luego, desde allí les vocifera y señala a sus amigos hacia donde se destinará.
     — ¡Escuchadme panda playeros, ¿veis aquella pared rocosa justo enfrente de mí!? ¡Por la distancia yo calcularía que está a unos cuarenta y cinco metros de donde estoy yo, os apuesto lo que sea a que llego hasta allí en menos de cuatro segundos!
     Lo vacilan nuevamente.
     — ¡Anda, si ni siquiera vas a llegar! —valora Jun.
     — ¿Eso crees? Cronométrame, tú das la salida —expresa Anrod desafiante y en su rostro una mueca de confianza.
     Anrod se posiciona mientras Jun inicia la cuenta atrás.
—5…4…3…2…1… ¡ya!
     En ese instante Anrod acelera tan rápido que por la potencia escarda la arena haciendo que pierda el equilibrio y se precipite al suelo, tocando primeramente su cara en el terreno, y entrándole arena en la boca.
     — ¡Anrod, cuando quieras, el tiempo todavía corre! — informa hilarantemente Jun.
     — ¡Déjate de chistes Jun, casi me rompo los dientes! —responde el corredor mal pronunciando las palabras a la vez que intenta deshacerse de la arena que tiene en la boca.
     —De acuerdo, pero solo déjame decirte que tenía razón. Al final no llegaste.
     —Tú sigue Jun —declara Anrod sarcástico.
     —Eso hago, ¿quieres que pare?
     —Sí, por favor —contesta entre dientes controlando la ira de su voz—. Vuelve a cronometrarme.
     —Tú mandas jefe —alega Jun con simpatía.
     El joven vuelve a iniciar la cuenta atrás. Cuando llega a su fin, grita el comienzo de la salida. Anrod parte la carrera como felino por su presa, esta vez lo consigue. Va a una velocidad escalofriante y cuando pasa por delante de sus compañeros, la rapidez con la que se traslada produce tal aire que levanta una considerable cantidad de arena alcanzando los rostros de sus amigos. Pero al instante ven como tropezaba con algo, cae bruscamente al suelo y continúa rodando sobre este cierta trayectoria más hasta detenerse del todo.
     — ¿¡Pero qué ha pasado!? —dice Anrod alterado y dolorido mientras se incorpora.
     Todos se levantan preocupados y van a socorrer a su colega.
     — ¿Tío estás bien? Que mamporro más guapo te has dado —habla Cylmo asombrado pero chanceándose— ha sido como un, “¡wooh!”, y luego un “plashca”. Bestial tío, esto quedará en la historia para siempre.
     —Me he rascado el brazo y hecho daño en la espalda capullo, no tiene gracia.
     Todos ven que está bien dentro de lo que cabe, y al pasárseles el susto tienen que reprimir sus ganas de reír al recordar de nuevo ese batacazo tan divertido. Pocos segundos después exclama Gus:
     — ¡Tíos venid, he encontrado algo!
     Se acercan con curioseo y ven el extremo de un trozo de hierro enterrado en la arena con el que había tropezado Anrod. Gus limpia la superficie intentando averiguar qué se esconde ahí. El trozo de hierro cada vez se asemeja más a una manecilla como de puerta antigua, y cuando consigue quitar toda la arena visualiza una especie de portillo al que trata de abrir pero le es imposible. Todos juntos la agarran como pueden y tiran de ella con todas sus fuerzas, esta se abre violentamente y de su interior solo se advierte oscuridad total. Los chicos cogen sus teléfonos móviles y con la linterna iluminan parte de su interior. Unas escaleras indican la dirección a seguir, y sin miedo pero con precaución empiezan a bajar por el ambiente que cada vez se nota más frio y fantasmagórico. Con cada paso que dan, cada escalón que bajan, el temor va aumentando; la sensación de miedo comienza a tomar protagonismo y las respiraciones resuenan en la cavidad creando una tensión mayor. Finalmente llegan a su fin. Se adentran en un lugar mucho más amplio quedándose atónitos ante lo contemplado por sus ojos.
     — ¿Qué lugar es este? —comenta patidifusa Cyntia.
     —Menuda pasada de sitio —prosigue Jun— ya sé donde montar las próximas fiestas, va a ser un despiporre total. Chicos, mirad a ver si encontráis algún interruptor de luz y de paso apagad el aire acondicionado, hace un frio que pela —bromea.
     A la vez que se maravillan por los incontables objetos y herramientas antiguas situadas en tres estanterías de acero a lo largo de las paredes, buscan también donde encender la luz. Tarbo localiza un mando doble en el tabique justo al lado de la entrada. Sube las dos clavijas simultáneamente y una bombilla de ciento veinte intensos vatios ilumina todo el interior. Segundos después, un panel digital anticuado se enciende reflejando una cuenta atrás, hasta que llega a cero y parpadea varias veces. Luego al momento, revela la fecha de ese día, 18-Junio-2034 a las 02h:47m:05s am y avanzando. Tarbo avisa a los demás y se extrañan por la curiosidad del artefacto. Jun ve una ruleta al lado de las numeraciones y decide girarla, los números comienzan a avanzar mientras el chico continúa girando.
     —Jun, deja de tocar eso —advierte Nali— no sabemos de que se trata, así que no juegues.
     —No te preocupes, ¿qué puede pasar? Para tranquilizarte lo volveré a dejar como estaba.
     Pero la ruleta no gira inversamente. Al querer retroceder se bloquea, solo puede avanzar. Jun lo deja estar y el contador indica el 29-Enero-2480 a las 05h:22m:17s am, y siguiendo.
     Cada vez tienen más interés sobre el lugar en el que están; de donde se saca la energía que el contador y la luz requieren para funcionar y que significado tiene todo. En ese momento sienten un pequeño temblor que dura varios segundos, y luego escuchan unos ruidos lejanos pero escalofriantes. Rosaly aconseja irse, y mientras nadie pone impedimento suben las escaleras hasta el exterior. Cylmo abre lentamente la escotilla, y lo único que puede percibir es el sonido de las olas a la vez que ojea un área careciente de indicios humanos iluminada por la leve luz del amanecer y la escasez de luminiscencia lunar.
     Todos salen despacio a la superficie perplejos por la visión. Luego comienzan a caminar analizando cada detalle de su cambiado entorno.
     — ¿Dónde estamos tíos? —Articula palabra asustado Jun.
     —Creo que seguimos en la playa —responde Gus— pero ahora es diferente, muy diferente.
     —Será mejor no seguir adelante —recomienda Nali— esperemos a que sea más de día.
     Inesperadamente toda la tropa siente un fuerte chispazo en donde guardan sus teléfonos móviles, el cual hace que lo cojan y lo tiren al suelo, no sin antes difundir una intensa queja que hace resonar a lo lejos. Ellos miran su chispeante y estropeada tecnología a la vez que calman el dolor provocado por esta con frotas en las zonas afectadas. Súbitamente escuchan unos aullidos seguidos de incontables veloces pasos e incesantes rugidos. Otean la dirección de los aterradores sonidos, viendo lo impensable; una manada de gigantescos lobos se dirige hacia ellos. No dejándose paralizar por el miedo, los jóvenes dan media vuelta y se adentran de nuevo lo más rápido posible en el punto en el que estaban anteriormente. El ultimo en entrar es Cylmo, que segundos antes de poder cerrar la escotilla, el hocico del inesperado macho alfa consigue colarse en la trampilla empujando al chico y arrojándolo escaleras abajo, pero la rápida reacción de Cylmo hace que se pueda agarrar al pasamanos evitando una peligrosa caída. El muchacho atisba el feroz animal queriendo entrar a toda costa, pero su tamaño impide que pueda acceder. Sin perder tiempo, Cylmo regresa con sus compañeros asustados por la ausencia de este, no obstante, sienten un gran consuelo al verlo mostrarse por el final de las escaleras.
     — ¡Cylmo, creí que te habían cogido! —grita asustada y aliviada su hermana mientras lo abraza.
     — ¡Ya! por eso intentaste ayudarme ¿no? Espera, pero si no lo hiciste —diserta bromeando.
     — ¡Cylmo esto no es un juego, algo ha pasado, algo debimos de hacer para estar en esta situación y tenemos que saber el qué, tomate esto en serio!
    —Vale Cyntia, lo siento.
     Deciden rebuscar por todos los sitios lo que puede ser de utilidad, y tras mover cajas sin importancia, objetos insignificantes y artilugios de comunicación inservibles; Gus y Anrod encuentran una caja metálica con una cerradura extraña y misteriosa. Optan por encontrar la llave que puede pertenecer a la dicha caja, pero no hallan nada. Mientras siguen inspeccionando todo en su busca, Jun se pone a pensar mirando detenidamente la cerradura. Luego saca su llavero cuyo contenido posee la llave que había encontrado en el pasado. El chico se dirige a la caja metálica; se agacha y sujeta la llave mientras la dirige lentamente a la cerradura. Cuando la introduce, la rota y escucha un leve pero sonoro “click”, en ese instante la caja se abre.
     La caja se entreabre sola mediante un sistema de apertura basculante. Todos escuchan como chirria ese artilugio a la vez que la perplejidad se refleja en sus rostros, y se acercan extrañados y curiosos.
     Cuando se abre en su totalidad, Jun mira a sus compañeros paulatinamente mientras se forma en su rostro una sonrisa diabólica aunque asustadiza al mismo tiempo. Dentro encuentran un mapa y un libro de instrucciones cuyo titulo de portada es: -El bunker, dirección al futuro-. Durante un buen rato están confusos; entre lo diferente y lo insólito del exterior, lo misterioso y espeluznante del interior, y sobre todo lo sorprendente e inexplicable por la llave de Jun, ninguno sabe articular palabra alguna.
     —Jun —Menciona Tarbo— déjame ver eso.
     Jun le entrega ese libro tan inquietante, luego se dirigen todos a la mesa y allí el chico lo abre, comenzando a leer.

-19 de Mayo de 1947-
     “—Te doy la bienvenida viajero. Previamente, si no estás preparado para lo que va a suceder, <NO TOQUES EL INTERRUPTOR 2>. Esto no es un juego, es una realidad que formará en ti un concepto del todo completamente distinto. Te producirá un cambio el cual tendrás que asimilar y adaptarte si quieres sobrevivir. Aquí no hay margen para errores, si mueres, se acabó.
     En el año 1936, cuarenta y tres miembros secretos del gobierno de veinticuatro países aprobaron un movimiento para la creación de un potente artefacto capaz de dilatar y contraer en el mismo intervalo, el tiempo. Dicho movimiento lo denominaron `la iniciativa Lapso´, cuya finalidad consistía en ajustar el dispositivo a una máquina lo suficientemente resistente para soportar las fuerzas a las que se vería sometida. Por ende construyeron un búnker a partir de una aleación de dos partes; el Niotrúro, resultado de la combinación entre el titanio y el nitruro de boro, y el Inoxsifeno, producto del acero inoxidable y el grafeno. El compuesto resultante fue el material más duro jamás creado, calificado como; Xneodano “La materia indestructible”. Y luego se creó alrededor de la máquina un campo ionizado por inducción magnética  permanente.
     Respecto al dispositivo, se aceleraron partículas a la velocidad de la luz en dos cámaras de vacio conectadas a una tercera. Al llegar a la velocidad mencionada, se formó un campo gravitatorio tan intenso que por la fuerza de gravedad las partículas se inestabilizaron hasta puntos críticos. Llegados a estos extremos se liberaron rápidamente en el tercer compartimento para hacerlas colisionar, formando de este modo un núcleo de bosones constante y seguro, capaz de transportar la materia en el espectro temporal. Dicho núcleo denominado “Trauspat” se introdujo dentro de una cavidad en el interior del búnker enlazado a sencillos sistemas digitales unidos a la ionización del exterior del propio refugio metálico, siendo capaz de sincronizarse y haciendo posible los viajes en el tiempo en la fecha establecida.
     Lamentablemente y por razones que desconocemos, la máquina en la que te encuentras solo puede ir en una dirección; al futuro, mientras que la otra va al pasado. Exacto, existen dos bunkers, uno que va al futuro y el otro al pasado.
     — ¿Cómo que solo al futuro? —dice atemorizada Nali mientras sus compañeros la observan también asustados por lo que escuchan— ¿dos bunkers? Es imposible.

Jun prosigue leyendo.

     Nos fue inviable hacer una máquina con las dos opciones, por eso construimos dos. La diferencia entre ellos, es la inversabilidad de sus campos iónicos y sus núcleos.
     Debido a la energía que irradian los iones en contacto con los núcleos, tuvimos que separar los dos bunkers a una distancia de cuarenta y dos  kilómetros, ya que el más mínimo contacto entre ellos desencadenaría una fusión nuclear tan formidable y a la vez turbadora, que la liberación de su poder causaría una explosión el cual destruiría por completo el planeta y la onda expansiva modificaría gravemente el movimiento orbital de los planetas próximos.
     Por último aclararé lo más importante; si te encuentras preparado para lo que vas a ver, sentir, oír… y si realmente te sientes capacitado para afrontar y asumir todo lo que experimentarás, acciona el interruptor que está justo al lado del de la luz. Eso  activará un panel digital en el que podrás fijar la fecha en la que te gustaría estar y en ese momento comenzará la aventura.

     Todos se miran horrorizados. Entretanto, Jun cierra el libro pensativo apoyándose luego en la mesa, e intentando asimilar la situación.
     —Tranquilicémonos todos —sugiere Gus calmo y apacible— esto no es más que una pesadilla fruto de mi prodigiosa mente en la que curiosamente estamos todos. En cuanto me despierte os llamaré contándoos los detalles, os reiréis.
     Gus se dispone a seguir parloteando e intentando convencerse de que todo es un sueño, cuando Jun se impulsa violentamente de la mesa para incorporarse dirigiéndose posteriormente a Gus y golpeándolo en la mejilla izquierda.
     — ¿¡Ya estas despierto!? ¡¡Esto no es una pesadilla, Gus, céntrate!!  ¡Y ayúdanos a pensar cómo salir de esta!
     El grupo se queda atónito al ver la reacción de Jun, pero pronto se les pasa, hay cosas más importantes en las que pensar. Esto les supera, sin embargo, la única manera de que puedan volver a su tiempo es yendo al otro bunker.
     —Está bien chicos —aclara Jun— es sencillo. Este mapa nos llevará hasta el otro bunker, solo tenemos que guiarnos por él, recorrer los kilómetros que nos dicta y en cuanto lleguemos, iniciaremos la máquina en dirección a nuestra época, y todo solucionado.
     —Por si no te has dado cuenta Jun —importuna Cyntia— apenas hemos salido al exterior y por poco nos devora una manada de salvajes lobos, que por cierto, tenían un tamaño mucho mayor de lo normal, no sé si te fijaste. Quien sabe lo que habrá ahí a fuera.
     —Haya lo que haya, Cyntia, es mejor morir intentando sobrevivir que quedarse quieto esperando la muerte. Ahora descansemos lo que podamos, en una hora será de día, y es cuando nos iremos.
     Jun tiene razón, si quieren sobrevivir tendrán que salir al exterior y encontrar la otra máquina.
     Cuando se despiertan, aunque apenas han dormido, cogen todo lo que les puede hacer falta. Rebuscan por todas partes y encuentran muchas cosas, entre ellas una pistola con quince balas de punta hueca, unos prismáticos, dos pistolas de fogueo y un arco con tres cajas de veinticinco flechas cada una.
     —Me pido el arco y las flechas —dice Cylmo adaptando una pose como demostrando que sabe utilizar un arco.
     — ¿La sabes usar? —le pregunta Jun.
     —Pues claro.
     —Anda toma, y procura no sacarle los ojos a nadie.
     Cylmo sonríe mientras coge el arco colocando una flecha para sentirse poderoso y estirando un poco la cuerda. Sin querer la cuerda se le resbala de la mano derecha lanzando la flecha directa a la pata de la mesa y clavándola en ella, estando a centímetros de darle a Jun.
     Cylmo mira con ojos de plato a su compañero mientras este le devuelve la mirada llena de miedo y rencor, seguidamente Cylmo deja el arco y las flechas encima de la mesa y coge una pistola de fogueo.
     — ¿Sabes qué? —Exterioriza el chico— prefiero la pistola de fogueo.
     Jun es quien acaba llevando el arco, Gus los prismáticos, Cyntia una de las pistolas con la mitad de las balas y la otra arma con el resto de la munición la lleva Tarbo.
     Armados y bien decididos, algunos más que otros, suben las escaleras con Anrod liderando la fila. Abre despacio la puerta que lleva a las escaleras y ojea el final de ellas observando la luz de la mañana por la apertura que Cylmo ha dejado abierta al ser atacado por el animal. Suben las escaleras despacio y salen a la superficie con precaución no sin antes mirar si se ve algún peligro. Al asegurarse de que no hay ningún tipo de amenaza, salen todos a la superficie. Atisban a varios metros de ellos lo que ya saben, pero con mucha más claridad. Lo único que ven, son grandes extensiones de espesa selva con varios claros de por medio aunque una falta de luz bastante perceptible. Ellos se encuentran en los pocos lugares donde no destaca el follaje ni las arboledas. Están en la playa, con el nivel del mar mucho más bajo de lo que recuerdan y un sol preocupantemente abrasador teniendo en cuenta que es enero.
     —Tened cuidado —aconseja Anrod—. No sabemos lo que nos podemos encontrar. Sin humanos, a saber durante cuánto tiempo, la vida pudo evolucionar de manera mucho más salvaje de lo que estamos acostumbrados a ver.
     —Lo que a mí más me preocupa —expone Nali inquieta— es que apenas han pasado cuatrocientos años y lo único que veo es vegetación por todas partes y sin casi indicios de que en un tiempo atrás hubo vida humana. Cosa muy extraña, ya que por donde caminamos dejamos una pisada eterna.
     —Déjate de filosofías Nali —dice Anrod—. La naturaleza es inexplicable, pero pienso que este es el orden que debería haber tomado hace tiempo.
     —Sí, bueno. —Titubea Cylmo—. Un lugar repleto de inimaginables animales salvajes donde lo más probable es que sean todos depredadores convirtiéndonos a nosotros en las únicas presas, no es que sea algo fabuloso.
     —No me seas miedica —indica Anrod—. Solo debemos estar atentos a lo que pueda surgir, son unos pocos kilómetros nada más, lo podemos hacer.
     —Pues venga —anuncia decidido Cylmo y con un poco de miedo— voy primero.
     El grupo empieza a dar sus primeros pasos hacia la frondosa selva, donde a medida que van acortando metros, sus pulsos se van acelerando.  Al llegar al límite de la playa, se detienen a solo un paso del comienzo de la selva.
     — ¿No sería mejor rodearla en vez de atravesarla? —Aconseja Tarbo amedrentado.
     —Buena idea —responde Jun con un toque de sarcasmo—. Yo desde aquí veo a varios kilómetros y a ambos lados como la vegetación acaba orientándose y tomando contacto con el océano. La otra alternativa sugiere ir a nado, así que tú vete por el mar que nosotros iremos por aquí, nos vemos en el otro lado, si llegas. Tantos años habrá infestado el mar de todo tipo de criaturas,  dudo que lo hagas. ¡Pero vete, corre!
     —Con un no, bastaba —contesta Tarbo cortado, observando los rostros de sus compañeros refrenando las risas.
     Acto seguido se adentran en la espesura de la selva, contemplando minutos después un sendero hecho por animales terrestres, al que deciden seguir mientras el mapa así les indique. Temerosos por lo que se puedan encontrar en el camino, los sentido se les agudizan al máximo, y por el nerviosismo oyen cosas que no son reales.
     — ¿Habéis oído eso? —Pronuncia Cylmo creyendo escuchar un ruido de hojas secas pisadas por algo.
     —Déjate de tonterías, que asustas a las chicas.
     —Te agradezco que te preocupes por nosotras —expone Xara— ¿pero no será que eres tú el que se asusta?
     —No digas bobadas, yo no me asusto por nada.
     —Si tú lo dices, valiente, será cierto.
     Al caminar pocos metros más, escuchan un ruido fuerte y real entre las ramas del bosque, miran con sorpresa y ven salir volando unas criaturas voladoras asemejadas a los búhos de su tiempo, salvo que estos les triplican en tamaño.
     La aventura continúa para estos jóvenes, y solo pueden sobrevivir si son uno con la naturaleza.