Antes de juzgarme
llamándome puta, zorra o guarra, miraros al espejo y deciros si tenéis derecho
a hacerlo. Esta historia no está hecha para gente mojigata e hipócrita que
siguen los idealismos cerriles de la sociedad. Ni tampoco lo está para esos
individuos puritanos que se azoran solo con escuchar la palabra follar. Asique
si sois uno de ellos, os aconsejo que dejéis de leer esto, porque no voy a
cambiar mi manera de expresarme por vosotros. No os voy a hacer creer que soy
una princesita fina y educada, ya que referente a mi vida la educación solo es
una perspectiva ajena, no una realidad.
Dicho esto,
comencemos.
Mi obsesión por
el sexo se remonta a mi niñez, cuando tenía trece años. Mis padres comenzaron a
dejarme sola en casa por motivo de su trabajo. Los dos empezaban a las tres de
la tarde y no llegaban hasta la doce de la noche.
Un día, jugando
en su habitación tropecé y choqué contra una estantería al lado del escritorio
en donde tenían el ordenador. Al querer colocarla de nuevo en su sitio, vi una
cajita circular de plástico llena de cedés. Tenía mucha curiosidad en saber lo
que era, y lo que más me desconcertaba era que todas tenían títulos eróticos.
Nunca olvidaré la excitación que recorrió mi cuerpo cuando leí; Follando por primera vez el coño de una
colegiala. Me sentí sofocada, percibiendo como mi propia vagina se
humedecía. Fui al salón e introduje el disco en el lector de DVD. Lo primero
que escuché fue la música tipo chill out y Jazz acompañado de leves gemidos
femeninos. Y lo primero que vi fueron cortas escenas de mujeres y hombres
desnudos como follaban. (Solo por recordarlo ya me estoy poniendo cachonda).
Luego seleccioné
una escena. En ella, una jovencita morena y hermosa con el pelo largo, cara
angelical y unos envidiosos labios carnosos, apareció en una habitación en
donde un hombre desnudo no muy atractivo pero con una polla la mar de apetitosa
se vio sorprendido por la muchacha. La chica estaba impresionada con lo que
veía, y como si estuviera poseída se puso de rodillas y empezó a chupársela.
Luego se desnudó ella también, y tumbada poco después en la cama, se dispuso a
tocarse. Me senté en el sofá, comenzando a acariciar mis pezones y bajando
lentamente hasta mi virtud, (si, a veces la suelo llamar así, y muchos chicos ya
lo saben). Vi a la actriz meter sus dedos corazón y anular dentro de su vagina,
sacándolos y metiéndolos con lentitud y suavidad. Yo hice lo mismo que ella,
¡joder! sentí tanto placer que la exaltación de mi cuerpo era incontrolable. No
pude evitar gemir ni pronunciar tantas veces el nombre de Dios, y eso que soy
atea. Pero desde ese día, supe con total certeza que me encantaba el sexo, o al
menos masturbarme.
Me comprometí a
darme placer a mi misma hasta que cumpliera los veinte años, y a partir de ahí,
me follaría a los tíos que más deseaba. No creo que exagere al decir que desde
que me hice mi primer dedo hasta que me follé al primer chico, me masturbé al
menos unas seis mil veces, que sabiendo que fue durante siete años, creo que es
bastante.
El día que cumplí
los veinte, hice una fiesta en la casa del pueblo de mis padres, invitando a mi
familia y amigas. Al anochecer les propuse a las chicas, a mis hermanos y a mi
primo que jugáramos al escondite mientras los adultos estaban dentro tomando
café, chupitos y hablando de cosas, y la idea fue muy aceptada. En una de las
veces que le tocaba contar a una de mis amigas, estaba indecisa y no supe a
donde ir, pero rápidamente se me ocurrió la idea de ir al campo de maíz de mis
vecinos. Me adentré prácticamente hasta más allá del medio del campo, y de
pronto escuché un ruido extraño. Entonces alguien me azotó el culo y cuando me
giré del susto, vi que era mi primo.
— ¿Qué haces
aquí? —pregunté.
—Pues supongo que
lo mismo que tú. Esconderme, primita.
Siempre me ha
parecido un chico cariñoso, divertido, atractivo y la cicatriz que tiene en la
mejilla hacia la nariz me pone muchísimo. Creo que yo a él también le pongo. Lo
noto cuando me mira, me toca y cuando me habla, sobre todo después de esa noche.
No voy a racanear con los detalles, pero si omitir información intranscendente
de lo que hablamos. Lo que ocurrió es que después de conversar un poco acabamos
follando entre el maíz. Mi primo me había desvirgado, y no os imagináis como me
gustó. Fue un polvo rápido, pero intenso.
Me da
igual que penséis que eso es incestuoso, asqueroso, inmoral o una perversión.
Para mí es sexo, solo eso. Es más, esa noche habíamos follado unas cinco veces
cuando a algún otro le tocaba contar. Mientras los demás jugaban ignorando lo
que hacíamos, nosotros practicábamos todas las posturas físicamente posibles.
No os imagináis de qué manera se movía mi primo ni la forma en que desplazaba
su lengua por mi clítoris. Era casi imposible no gritar de puro placer, pero
tuve que retraerme para que no nos pillaran. Ahí fue cuando me di cuenta de que
mi primo también era un adicto al sexo, o como se les suele llamar a los
hombres, sátiros. Pero este no es su diario, no es su relato. Aunque me dijo
que también estaba escribiendo sus aventuras sexuales.
Para los que
tengan curiosidad sobre los detalles de lo que hicimos, decir que a pesar del
poco margen que teníamos, salimos satisfechos todas las veces. También aclarar que
después de estar encima de mí follándome muy duramente y antes de que él se
corriera entre el maíz, que por cierto, supo apartarse a tiempo, en ningún
momento utilizamos condón. Conozco a mi primo de toda la vida y sé que está
sano. No quiero ir de docente moralista pero no os aconsejo no utilizarlo, el
sexo se disfruta más cuando eres consciente de la escasa o casi nula
probabilidad de pillar una ETS o quedarte embarazada.
Ahora tengo
veintiséis años. Sigo viviendo en la casa de mis padres y cuando necesito un
buen polvo me voy a la ciudad a buscar a mis “presas”. Lo bueno de vivir con
mis viejos es que me controlo más al tener las cosas más complicadas para
conocer a un chico y follármelo, porque tengo que buscar otros lugares en donde
hacerlo con él. Aunque hace unos días se ha mudado una familia a unos metros de
mi casa, y hay dos chicos que creo que son sus hijos; uno de unos veintitantos
años y el otro de poco más de treinta.
A día de hoy me
he acostado con un gran número de chicos de diferentes edades, etnias y razas. He
tenido varias experiencias lésbicas. Hice algún que otro trío y hasta participé
en un bukake, pero eso si que no me gustó nada. A mi si no me penetran o me
estimulan la vagina, ya el resto no me llama tanto la atención. ¡Pero oye!,
todo sea por experimentar. ¡Ah! Tampoco me gusta mucho el sexo anal. Asimismo
decir que a pesar de cuidar que mis parejas sexuales estén sanas, limpias y que
usen protección, uno se corrió sin querer dentro de mí porque se había roto el preservativo,
pero fuimos rápidos y no tuvimos nada que lamentar. Y con el bukake…bueno,
sufrí una reacción alérgica en la piel, fueron dos semanas bastante horribles.
No obstante, mis aventuras me ayudaron a tener más precaución, no hay que
temerle al sexo por lo que pueda pasar, solo hay que estar un poco más alerta
pero sin olvidarse de disfrutar.
En esta semana
voy a intentar acercarme a esos jóvenes vecinos, y me los voy a follar de tal
forma que van a estar saciados durante una buena temporada. Les voy a dejar la
polla tan quemada por la fricción, los huevos tan hinchados y la pelvis tan
machacada que ni se van a poder levantar.