domingo, 19 de abril de 2020

Vestigios De Un Virus


Año 2026.

     A principios de la tercera década del siglo XXI, la humanidad sobre todo, todavía seguía con el dolor y la herida abierta que había sufrido tras uno de los mayores impactos biológicos de la historia. Su gravedad no fue por la letalidad del virus, más bien por la fácil transmisión del mismo, pero sobre todo por la inconsciencia, el egoísmo y la irresponsabilidad no solo de gobernantes sino que también del propio pueblo. Desde un inicio ya se había empezado a gestionar mal la situación, y aunque gran parte de la preocupación fue destinada a la incógnita del origen de la pandemia, se olvidaron de la importancia a la hora de detectar y erradicar el patógeno, haciendo que los segundos de respiro fueran la clave de su propagación.
     Miles de sanitarios que habían salvado otras miles de vidas fueron “aconsejados” por sus vecinos a abandonar el edificio en el que vivían, estuvieran infectados o no, por miedo a contraer el virus. Y varios individuos del cuerpo de seguridad policial y militar, se contagiaron por tener que salir a las calles para evitar que los rebeldes infractores de la ley y defensores de sus derechos por la libertad, camparan a sus anchas siendo potenciales y probables focos de contaminación virulenta.
     Esta historia no trata de un acontecimiento ficticio el cual se destina a una sociedad para enseñarle la posibilidad de que en un abrir y cerrar de ojos, todo se puede desmoronar por nuestra causa. Se trata de una realidad innegable por ser todos testigos de ella. Testigos de un virus que sacudió todo el planeta. Habiendo millones de infectados y miles de fallecidos, y dejando a la humanidad sumida en la preocupación y desesperación por el confinamiento al que había estado expuesta durante demasiado tiempo. Esa privación de libertad y el constante control de las fuerzas del orden una vez libres, ocasionó un impactante brote de alteraciones mentales en gran parte de la población, originando peligrosos trasgresores de la ley.
     En un principio creí que todo esto ocurrió como un arma natural que liberó el planeta para luchar contra una especie que llevaba cientos de años perturbando todo a su alrededor, pero ahora me doy más cuenta de que esto no fue casualidad. Decir que desde el primer día de la noticia en la que se habló sobre el pernicioso microorganismo, ya se conocía el epicentro original de la pandemia, no obstante, muchos otros informes no solo, cuestionaban, sino que negaban la veracidad de esa noticia.
     Hace cuatro años que todo se normalizó como para poder salir de nuestros hogares y hasta del país por cualquier motivo. El virus a pesar de seguir existiendo ya no supone un problema considerable ya que la gran mayoría hemos desarrollado anticuerpos que combate la enfermedad. Ahora lo que trasciende es la brutalidad humana que recorre las calles. La guerra entre estados. La destrucción y explotación de bosques. Sacrificios masivos de animales. Elevación de la contaminación y la construcción de murallas que rodean varios territorios. Todo ha cambiado, pero por suerte se han formado alianzas por todo el mundo para combatir todo el mal que otros están a causar.
     Todo el planeta está dividido entre los que tienen esperanzas de alcanzar la concordia y los que les da igual a quien masacrar con tal de sentirse superior a ellos. Lo peor de todo ha sido la filtración de unos documentos clasificados por parte de los medios de comunicación que aseguran una nueva pandemia del virus pero mejorado y más agresivo dentro de unos pocos años, creando gran consternación en la humanidad.
     No sé con exactitud lo que va a pasar, sin embargo, a día de hoy y con ayuda, muchos intentamos mejorar el mundo en el que vivimos.